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El futuro digital y la próxima humanidad

Humanos frente a máquinas. Máquinas que sienten y máquinas que aman, o superhumanos que se complementan con lo sintético. Bienvenidos al hombre transformado, a un día cualquiera del próximo año 2050. Hablemos del futuro digital y de la próxima humanidad.


¿Cómo serán nuestro mundo y nuestros países dentro de tres décadas? 


  • ¿Cómo seremos nosotros mismos, nuestra mente y nuestro cuerpo?
  • ¿Cómo responderemos a los retos asociados al cambio climático, la sobreexplotación salvaje de los recursos y casi 10.000 millones habitantes compitiendo por ellos?
  • ¿Qué ocurrirá cuando 1/5 de la población se concentre en la India?
  • ¿O cuando aparezcan pandemias más peligrosas, por la resistencias a los antibióticos?
La tecnología del motor de explosión habrá ya pasado a la historia y los mejores trabajos de nuestras sociedades habrán evolucionado.

Dicen que las respuestas se encuentran en la tecnología, y quizá ya lo vislumbró Arthur Clarke cuando afirmaba: “cualquier tecnología avanzada es indistinguible de la magia”

Muchos así lo imaginan y buscan en la inteligencia artificial. Muchos hablan de este tema y le han dado hasta un nombre: creen en la singularidad tecnológica, hablan del hombre inmortal o de sociedades donde las tecnologías basadas en el “coste diferencial nulo” conseguirán un crecimiento económico casi ilimitado.
Es cierto que ya se están viendo las primeras transformaciones morfológicas producidas por nuestras formas de vida: nuestro cerebro es ahora menor que el del Neardental, según explicaba la paleoantropóloga María Martinón Torres, como también se ha comprobado en animales de laboratorios que no viven expuestos a entornos libres. 

Quizá las computadoras y la inteligencia artificial ayuden a conseguir esto, nos encapsulen de la naturaleza, sugiere el investigador Robin Hanson, y habla de una verdadera revolución en las ciencias sociales, ahora mucho más cuantificadas que nunca.

 Ramón López de Mántaras, director del IIIA del CSIC, es mucho más escéptico y piensa que la ley de Moore está muerta bajo los sustratos actuales del silicio, donde los efectos cuánticos impiden una mayor miniaturización y tendremos que esperar a la nueva supercomputación para emular algo más allá de una inteligencia especialista. 

Nuestras máquinas no pueden simular la consciencia y mucho menos superar nuestra biología neuronal y su capacidad de cómputo y eficacia.
En este sentido Rafael Yuste, ideólogo del proyecto BRAIN, cree que la solución se encuentra a medio camino: en la medición del pensamiento de forma no invasiva. El nuevo hombre aumentará sus capacidades mentales a modo de los exoesqueletos robóticos, comol a la propuesta de Elon Musk y su Neuralink.
Aunque todos los expertos coinciden en que los mayores retos provienen de un planeta que pronto se quedará pequeño y de un hombre cuya evolución lo empuja lejos de él.

¿Viviremos en un mundo no habitable y deberemos finalmente migrar al espacio? 

Michio Kaku, físico teórico del City College of New York, comenta que el problema reside en el coste de colocar en órbita un Kilogramo. Este coste está bajando y pronto será posible el emprendimiento espacial y, por qué no, colonias en Marte. 

¡Los dinosaurios no tenían programa espacial y por eso se extinguieron…! 

En nuestro caso será el calentamiento global, las bombas nucleares y las enfermedades las que matarán la vida en la Tierra. 


En 2050 yo tendré casi 75 años y, si llego, estaré viendo “lo próximo” desde el otro lado de la barrera. La generación de mi hijo será responsable de liderar el mundo y de proclamar su siguiente designio… Me pregunto si nuestras acciones presentes, las que tomemos nosotros ahora, podrán acompañarlos con fortuna.

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